¿Sabéis esa sensación de cuando empiezas un proyecto nuevo que te gusta e ilusiona? y ¿La sensación de cuando te intentan parar los pies? Lo mal que te sienta, lo triste que estás y lo cabezota que te sientes intentando defender por activa y por pasiva lo que tu crees que saldrá bien pero que todos te tachan por loco.
Pues bien, en esta época en la que nos ha tocado vivir, con crisis por todos lados, que el levantarte cada mañana con una sonrisa en la cara es el reto del día; mi jefe y yo hemos decidido empezar un nuevo proyecto...(¡Pero que hacéis locos!) El cual es algo tan sencillo como una tienda online de camisetas, complementos y demás, de aspecto divertido y que desde luego sean ponibles por la gran mayoría de mortales.
Tenemos la plataforma, la identidad corporativa de la marca, la logística, y cuando nos hemos puesto a buscar proveedores, ¡Plaf! ¡la primera en la frente! Lo primero que nos dicen es que nos bajemos de la nube que por ahí han pasado muchos diseñadores con pretensiones, diciendo que el suyo es el mejor diseño o idea y que realmente va a funcionar, que los souvenirs no se venden ya, que Salamanca no tiene mercado para eso... Y yo por dentro, lejos de arrugarme, me iba calentando...
Es cierto que el señor con el que mantuvimos la conversación tiene experiencia en el campo y que puede ser verdad lo que nos esté contando, pero mi opinión personal, es que aún pudiendo dar un consejo de "no vayas por ahí que te vas a caer", no puedes decirlo de tal manera que parezca que tu idea es imposible de realizar, porque por suerte, estamos en un mundo en que las posibilidades son infinitas, y si tu señor proveedor no me das lo que busco, internet me lo dará.
Y esas palabras le dije yo a mi jefe, porque no puede ser que nos bajen del burro sin tan siquiera intentarlo.
Es cierto que hoy en día los sueños tienen que ir atados con un plomito para que no te vayas por el mal camino, pero desde luego, si tienes el cuidado y las ganas de hacerlo, nada es imposible.
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